
"Rol que jugué, sin saber sin pensar ...
fui rehén del captor y crecí en cinco minutos"
No era tiempo de decidir o de responder, él ya había expresado lo que sentía, su mundo interior se había exteriorizado y de la forma más desgarradora, simplemente estaba desprotegido. Trató de asimilar el daño, quiso encerrarse en cuartos oscuros y olvidarse de todo, pero no era necesario, pues, seguía viendo la luz, aquella que emana de una ranura de la ventana y va directamente a tus ojos, esa luz que nunca se apaga, ahí estaba, no le importaba el pasado, no se interesó en las palabras; pues sí, había demostrado cuán triste estaba pero en ese momento se preguntaba ¿De verdad estoy triste? , no sabía que responderse, no sabía que decir, prefirió no pensar, solo callar.
Pasaron tres días, recibió una llamada, media confusa, sin significado, era una voz que poco a poco se apagaba, un ruido que detrás de algún teléfono le decía que quería hablar; ¿hablar? No entendió el motivo, lo pasó por alto, ya no pensaba en él.
Cuatro días más que se vivieron al máximo, se despreocupó de todo, se sentía libre de hacer lo que quería, no se escondía ni se auto limitaba. Se le antojó ver el mar, jugar play e ir al cine; lo hizo sin importarle las cosas “más importantes” que podría estar dejando, pero en realidad ¿Qué era más importante? ¿Darse el gusto de vivir el momento que quería o quedarse sentado dentro de una oficina? Él necesitaba vivir, no todo es construir un futuro, va más allá de eso, vivir el presente para sentirse realizado en el futuro.
Todo es diferente, decía. Ya no pasaba por una calle sin darse cuenta de los detalles, antes manejaba sin ver alrededor, ahora se da cuenta de todo, ¿Te has puesto a pensar cuántas cosas ves cuando el semáforo está en rojo? Es increíble, gente corriendo de un lado a otro, chicos esperando el bus que los llevará a casa pensando en dios sabe qué, vendedores que reflejan diferente tipo de necesidad y uno que otro transeúnte distraído, que al igual que muchos, está en su mundo.
Las horas no eran largas, las canciones habían cambiado y el ánimo estaba mucho más elevado. El sexto día de la semana fue el mejor, por primera vez en su vida se dedicó a tener tiempo para él, se levantó renegando (su mamá prácticamente lo sacó de la cama a gritos) pero vio el cielo y todo cambió, se alistó y salió a distintos lugares, solucionó asuntos pendientes y cuando llegó la noche, cansado del trajín, se sintió realizado.
Otra llamada, ¿Quién será? … pasaron unos cuantos segundos, y volvió a escuchar esa voz, aquella que alguna vez lo habría hecho saltar de alegría hoy simplemente le causaba asombro. No sabía el motivo, hablaron de sus días, al parecer la voz tampoco sabía por qué estaba llamando, quizá el alcohol, la inmadurez y el ánimo de superioridad gobernaba sus intenciones.Él fingió comodidad, hablaba con naturaleza, la voz vacilaba y preguntaba, se ponía seria pero al rato jocosa, mostró una pelea interna que ni él sabría describir, de pronto hizo la pregunta que él nunca hubiera querido escuchar… ¿Me extrañas?... un silencio incómodo, quizá días antes hubiera dicho “SI”, hoy no sabía que responder, ¿Te extraño?, se preguntó, y la respuesta vino sin pensarlo “No sé si extraño la relación o te extraño a ti”. La voz titubeó muletillas casi incomprensibles, acto seguido, se perdió la conexión telefónica.
Dos llamadas más, en la primera de ellas la voz cambió de sexo, él no sabía por qué ella había cogido su celular para pedirle explicaciones. ¿Qué sientes? Preguntó aquella voz; él respondió, ella trató de averiguar más, dar explicaciones a ciertas acciones, él solo escuchaba, al parecer no quería oírlas. La segunda llamada volvió a ser de la primera voz, quiso saber de qué trató la conversación anterior, él estaba cansado de hablar, atinaba a despedirse cortésmente, la voz insistía, comenzó a decir cosas que no se acordaría al día siguiente, pero que en ese momento demostraba algo más que una llamada irrisoria. La voz quiso demostrar que estaba superado, que no se lamentaba, le dio a entender cuán feliz era; pensaba que él estaría desecho, que aquello que escribió fortuitamente para desahogarse de un momento de tensión era una especie de parámetro que marcaría su vida. Pues, la voz estaba equivocada.
Música: Fin 2, 3 de Lisando Aristimuño.